Cuando tenía cinco años me fui a vivir a un pequeño pueblecito. No es que antes viviese en una gran ciudad, vivía en otro pequeño pueblecito, mi pueblo. Pues bien, en este pequeño pueblo al cual fui a vivir descubrí palabras y cosas nuevas. La verdad es que para una niña de cinco años, la mayoría de las cosas son nuevas. Pues allí estaba yo, aprendí lo que era un mostacho. Me gusto tanto este nombre que bauticé al muñeco de mi amiga con este nombre y descubrí a los Martinicos, estos eran unos seres que andaban por la casa, por el pueblo y que se dedicaban a esconderte las cosas, así que siempre que se perdía cualquier cosa, era culpa de estos pequeños seres... los martinicos. Nunca vi a estos seres, nunca los escuche... pero siempre que algo se me pierde o no lo encuentro, me acuerdo de ellos y pienso que han sido ellos los que me han escondido lo que busco para reírse un poco de mi.
En mi más tierna infancia, yo pregunté a una amiga del pueblo qué quienes eran los martinicos, y la respuesta de mi amiga ( pequeña, como yo, y un tanto satánica) me dejó tan asombrada que aun la recuerdo :"- Son los espíritus de los niños muertos que esconden las cosas para reirse de ti." Y ya a vivir con susto pensándome rodeada de espíritus de niños muertos con ganas de reirse de mí.
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