sábado, 16 de abril de 2011

Contabilidades.

Se había levantado temprano. Más temprano de la cuenta. Los motivos de este madrugón eran importantes, debía viajar a la capital del reino. Las obligaciones, eran las obligaciones y aunque no le gustaba nada, debía ser la presidenta, con todo lo que ello conllevaba. Llegó a la hora prevista,  su vecino la estaba esperando, saco la caja y comenzó a explicárselo todo. 
La caja... era una caja grande, tan grande que posiblemente cabrían las botas que compró en las rebajas, de cuadros rojos, las esquinas rematadas con cinta de empaquetar, dos asas de plástico en los laterales... se notaba que era vieja. Dentro de ella... su tortura. Anteriormente ya lo había descubierto, la contabilidad no era su fuerte. Cajas infinitas de matencados y décimos de lotería... y ahora esto, recibos de agua impagados, cartas sin abrir, libros de actas en los que indican que no fue a una reunión a la que no fue invitada. Peregrinaje de vecinos durante toda la mañana, y por la tarde revisión del contenido de la caja y como no, se había equivocado... no sabía donde, pero al menos el saldo estaba en positivo. Revisando encontró un fallo. Cartas sin abrir que no correspondían a su año,  el libro sin hacer, porque claro el libro había que hacerlo. Miles de cosas... e irremediablemente una reunión pendiente. Tendría que volver en breve.

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