Allí estaba ella, al volante de su coche. Hacía tiempo que no lo conducía. Iba bien, no pitaba como el que últimamente estaba conduciendo, ni tenía las luces en el mismo sitio, pero era el suyo y eso le gustaba, le gustaba conducir y en particular le gustaba conducir su coche. Llevaba tiempo sin ir por allí y acababa de infringir la ley, los ciento diez no estaban hechos para ella, así que una vez más no pasaría nada.
Cuando acabó la rasante vio el coche, lo primero que pensó es que habían abierto la carretera, pero cuando a medida que se iba acercando, se dio cuenta de que no. Aquel coche iba por una carretera que aun estaba cerrada, habían apartado las vallas que cerraban el paso y se podía pasar... de pronto un pensamiento, ella haría lo mismo. Mejor no. Pero al llegar... no pudo resistirlo y entró de lleno en la carretera cortada, lo peor que podía pasarle, además de la multa, dar la vuelta. No hubo que atravesar ningún pueblo, ni curvas odiosas, ni una gran pendiente. Solo peatones paseando con la tranquilidad que da el saber que no hay coches, y un gran desazón pensando que en cualquier momento la guardia civil aparecería y sería multada.
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