No se lo podía explicar... si había sacado toda la ropa de las malditas cajas. No era posible que no los hubiese encontrado. Al final había decidido usar otros... y claro está se había equivocado: hacía una calor horrible y había sudado, no como el día anterior pero claro está, dos kilómetros menos tenían que notarse. A la vuelta, justo antes de la ducha los vio. Allí estaban, encima de la cama, junto a otros millones de prendas que posiblemente alguna vez estuvieron perdidas
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