Estoy acabando mi tercer año en este lugar tan cercano a la playa y hoy ha sido el tercer día en todo este tiempo que he ido a la playa, con lo cerca que está. El plan era bueno, salir del trabajo lo más rápido posible, pero como cierto filosofo cordobés se pone tontorrón de vez en cuando pues no ha sido posible. Después de comer probando sabores ya conocidos, aunque con exceso de vinagre y falta de nata, nos aventuramos a nuestro destino.
Cual fue mi sorpresa, al encontrar una playa de arena blanca, yo que pensaba todas las playas por aquí eran de otro color, después de colocar las dos sombrillas, ya que tanto mis acompañantes de aventura como yo no nos gusta demasiado el sol, procedimos al primer chapuzón... la verdad es que el agua estaba buenisima, más caliente que fría, con unas cuantas algas, que me han desagradado un poco. No me gusta encontrarme con algas flotando por el mar...
Había gente, no mucha pero si la suficiente. Familias con sus hijos jugando en la arena, algunas por el color rojizo de sus pieles se notan que son ingleses y justo a nuestro lado unas parejas que tanto por el color como por el idioma, eran ingleses. Ellos en sus sillas, ellas en sus tumbonas, tostándose al sol y bebiendo. Con sus copas de cristal, que me he preguntado hasta que punto no estarían infringiendo alguna norma, y su vino, que sacaban de una nevera. Han bebido durante toda la tarde, cuando ha llegado la hora de la cena inglesa, han sacado sus viandas y se han puesto a cenar.
Qué infortunados parecen, al menos ahora en vacaciones, qué felices. Nosotros aún no hemos acabado, nos falta pelearnos con el filosofo cordobés unos cuantos días más.
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