El sol se está poniendo y colorea de naranja un cielo sobre un gran manto de nieve blanca.
Están tan cansados que realmente no pueden ni moverse, ella no recuerda el haber estado tan cansada la primera vez que habían subido a esquiar... aunque claro como recordar si estaban cansados o no, cuando los recuerdos que ambos tenían de aquella vez eran los malditos ácaros de las camas...
Esta vez, lo habían hecho bien, el hotel genial y para esta vez nada de cursillo acelerado, clases particulares, como tiene que ser. Su profe, el señor R. les había metido una caña impresionante, aun así todavía les quedaban ganas de seguir, remonte para arriba, pista hacia abajo... se habían soltado y ya el miedo a la caída había desaparecido. Con tanta actividad, era normal que no pudieran moverse.
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