Se despertó tarde, por algo estaba de vacaciones. Le encantaba estar en el hotel, allí no había nada que hacer. Rápidamente llamó a sus dos hijos, les puso los bañadores y bajaron a desayunar. Era la primera vez que iban de vacaciones sin su marido.
El verano anterior ella se había plantado, ya no quería ir al apartamento de todos los años. Un mes haciendo lo mismo que hacia en casa, cuidar de todos. Si bien era cierto que no tenía que ir a la oficina a trabajar, el trabajo de casa no se lo quitaba nadie. Todo para que su marido bajara una vez a la semana para ver a los niños y a ella. Así que este verano el mes de vacaciones se convirtió en quince días en un hotel, la primera semana la pasaría ella sola con los niños, su marido llegaría a la siguiente.
En el desayuno, los pequeños se volvieron locos: había tanto donde elegir, al final fue ella la que decidió que era lo que debían desayunar, no sin antes prometer que al día siguiente elegirían ellos, pero tan solo una cosa. Tras el desayuno subieron a la habitación para lavarse los dientes coger los bártulos de la playa, y bajar para darse el primer baño de la temporada, ya que habían llegado la tarde anterior y entre la instilación en el hotel y que los peques venían un poco mareados del viaje no habían bajado.
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