Recuerdo ese comedor, y las dos filas que se montaban para recoger la comida. Recuerdo esas bandejas de metal, con sus huecos para la comida, ya que no había platos, tan solo estas bandejas, lo que daban al comedor un aire de presidio. Recuerdo las mesas de seis que en momentos apurados se convertían en mesas de ocho, sobre todo si te apetecía comer con tus amigas. No había sitios fijos, pero siempre nos sentábamos por los mismos lugares... cerca de las ventanas.
Recuerdo como ofrecías agua siempre que te ibas a servir tu o como si te levantabas a por pan siempre preguntabas si quería alguien más. No te levantabas de la mesa hasta que no había acabado la última y si necesitabas hacerlo siempre se pedía permiso, permiso que tus amigas amablemente te daban y sobre todo nunca se quedaba nadie solo comiendo frente a su fría bandeja de metal.
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