Hoy curiosamente toca hablar de la soledad. La soledad que sobrevuela la vida, la soledad que sobrevuela mi vida. Somos seres sociales, creados para buscar complementación. No somos seres completos hasta que encontramos a nuestra media naranja, o a nuestra media manzana, si es que no nos gusta el citado cítrico.
Pero, ¿qué ocurre cuando de repente ves que ese complemento no llega? ¿qué haces cuando el tiempo pasa y te ves abocado a la soledad? Ves como alrededor tuyo, las personas siempre encuentran, siempre tienen segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades... y tu ves pasar tu vida sola.
Y aprendes a estar sola, y te engañas diciendo que no te vale cualquiera, qué eres exigente, que mejor sola que mal que acompañada... intentas darle a tu vida otros valores, buscas personas con las que compartir aficiones, con las que compartir tu tiempo, miras hacia adelante sabiendo que el tiempo pasa y que a estas alturas de la función la soledad se va a convertir en compañera de viaje... y poco a poco te vas acostumbrando a ella.
Y en mañanas como la de hoy , cuando te informan que esa vecina, si la que nunca ha tenido un novio, resulta que ha encontrado a su media naranja. Te preguntas: ¿y yo por qué no? ¿qué tengo? o mejor,¿ qué es lo que no tengo? y otras miles de preguntas asaltan tu mente.
Y reflexionas: mejor así, que no estás tan mal, que sufriste en la búsqueda y que no merece la pena volverlo a intentar para nunca llegar a buen puerto, porque eso es lo que ocurre siempre. Así que miras la parte positiva de la vida: tienes el trabajo que te gusta, una familia que te quiere, el sol sigue brillando, ya que los Mayas nos han dado otros cinco mil años más...
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